Nueva York nunca ha sido solo Nueva York, sostiene el historiador Mike Wallace en Gotham At War (Gotham en pie de guerra), que llegó a las librerías semanas antes de las elecciones a la alcaldía de la ciudad, que se celebraran este martes y que según todas las encuestas ganará Zohran Mamdani, demócrata, musulmán y socialista, circunstancias que confieren particular relieve al título que Wallace decidió dar a su libro. Es un recordatorio de que esta metrópolis vibrante, crisol de culturas y pensamientos, ha sido, y sigue siendo, un campo de batalla de ideas. Hoy, la ciudad se levanta una vez más, tal como lo hizo en los oscuros años 30, para defender sus valores fundamentales frente a lo que muchos perciben como un avance preocupante del autoritarismo en la política nacional.
Un eco del pasado: Nueva York contra el fascismo en los años 30
Imagina una ciudad bulliciosa, que apenas se recupera de la Gran Depresión. Los rascacielos ya dominaban el horizonte, pero en las calles, la gente luchaba por su pan. Era la década de 1930, y mientras en Europa el fascismo de Mussolini y Hitler alzaba su fea cabeza, sus ecos llegaban a las costas estadounidenses. En Nueva York, grupos como el German American Bund, con sus desfiles uniformados y sus discursos de odio, intentaban ganar terreno. La amenaza era real, y el temor a que esas ideas prendieran en casa era palpable.
Pero Nueva York no se quedó de brazos cruzados. La ciudad, con su alma de inmigrante y su profunda tradición de lucha obrera, se convirtió en un baluarte de resistencia. Aquí, la gente entendía el fascismo no como una teoría lejana, sino como una amenaza directa a su libertad y a su forma de vida.
- El músculo obrero en acción: Los sindicatos, especialmente los de la industria de la confección como el ILGWU y los nuevos sindicatos del CIO, eran una fuerza poderosa. No solo luchaban por mejores salarios y condiciones, sino que también organizaban a sus miembros contra la discriminación y el odio. Sus reuniones y desfiles eran verdaderas demostraciones de unidad y poder popular, un contrapeso formidable a cualquier intento de dividir a la gente.
- La voz de los inmigrantes: Nueva York era (y es) una ciudad construida por inmigrantes. Muchos llegaron huyendo de la opresión en sus países de origen o tenían familia directamente afectada por los regímenes fascistas. Italianos, judíos, irlandeses y alemanes antinazis se unieron para formar grupos de resistencia, boicotear productos y organizar protestas masivas. Entendían que la lucha contra el fascismo era una lucha por la supervivencia de sus comunidades.
- Intelectuales y artistas al frente: Desde Greenwich Village hasta Harlem, los intelectuales, escritores y artistas usaron sus talentos para denunciar la tiranía. El teatro, la música y la literatura se convirtieron en herramientas de concienciación. Piensen en los murales del New Deal que celebraban el trabajo y la comunidad, o en las obras de teatro que criticaban la injusticia social. Estas expresiones culturales eran un faro de esperanza y un llamado a la acción.
- El compromiso político y social: La izquierda política, incluyendo socialistas y comunistas, aunque a menudo dividida, tuvo un papel crucial. Abogaban por políticas públicas que protegieran a los trabajadores y a los más vulnerables, demostrando que había una alternativa solidaria al autoritarismo. Incluso figuras como el alcalde Fiorello LaGuardia, de tendencia progresista, se posicionaron firmemente contra la intolerancia, defendiendo una ciudad abierta y diversa.
- Héroes en el extranjero: Un capítulo emotivo de esta resistencia fue la participación de miles de neoyorquinos en la Brigada Abraham Lincoln, que viajó a España para luchar contra el fascismo de Franco. Su valentía y sacrificio son un testimonio del compromiso de la ciudad con la justicia global.
Aquella resistencia no fue fácil. Hubo enfrentamientos, amenazas y mucha incertidumbre. Pero la ciudad se mantuvo firme, forjando una identidad que la definió como un bastión de la libertad y la solidaridad.
El pulso de hoy: Nueva York ante Trump
Ahora, saltemos al siglo XXI. Décadas después, Nueva York se encuentra de nuevo en una encrucijada, enfrentando un tipo diferente de desafío. La llegada de Donald Trump a la presidencia, con su retórica polarizadora, sus políticas migratorias restrictivas y sus ataques a las instituciones democráticas, ha reavivado en muchos la memoria de épocas pasadas. Y, una vez más, Nueva York ha sido un epicentro de resistencia.
Desde el día uno de su presidencia, la ciudad ha dejado claro que no es terreno fértil para el autoritarismo. Los resultados electorales hablan por sí solos: Nueva York votó abrumadoramente en contra de Trump, y cada elección ha reafirmado su compromiso con los valores progresistas.
- La calle como voz: Las calles de Nueva York se llenaron de gente. Desde la primera Marcha de las Mujeres, que se convirtió en un fenómeno global, hasta las masivas protestas de Black Lives Matter, los neoyorquinos han salido a exigir justicia social, protección del medio ambiente y respeto por los derechos humanos. Estas movilizaciones no son solo desahogos, sino poderosas declaraciones de principios.
- Líderes locales al frente: Los líderes políticos de la ciudad y el estado, como el alcalde y la fiscal general, han desafiado abierta y legalmente las políticas de la administración Trump. Nueva York se declaró ciudad santuario, protegiendo a sus inmigrantes de la deportación, y ha litigado enérgicamente contra decisiones federales que consideraba injustas o inconstitucionales. Esta postura ha demostrado que el poder local puede ser un freno efectivo al poder central.
- Cultura como escudo y arma: El vibrante ecosistema cultural de Nueva York, desde Broadway hasta los museos y las galerías de arte, se ha movilizado. Humoristas, escritores, músicos y artistas han utilizado sus plataformas para criticar, cuestionar y ofrecer una visión alternativa. El arte se convierte así en un espacio para la reflexión crítica y la construcción de un discurso diferente.
- Activismo comunitario constante: Organizaciones de base, grupos de apoyo a inmigrantes, defensores de los derechos LGBTQ+ y activistas por la vivienda justa han trabajado incansablemente. Han educado, organizado y movilizado a las comunidades más vulnerables, asegurándose de que nadie se quede atrás y que las voces de todos sean escuchadas.
Un legado que perdura
La historia de Nueva York es la historia de una resistencia constante, de una ciudad que se niega a ser «solo Nueva York». Es un lugar donde las ideas de justicia social, diversidad y participación ciudadana no son meras palabras, sino principios por los que se lucha activamente. El eco de los años 30 resuena hoy en las calles, en las urnas y en los corazones de sus habitantes.
La inminente victoria de Zohran Mamdani, un demócrata, musulmán y socialista, no es una casualidad. Es el reflejo de esta misma corriente histórica, de una ciudad que sigue apostando por voces progresistas y por una visión de la sociedad más equitativa y solidaria. Su elección es una prueba más de que, incluso en tiempos de incertidumbre, Nueva York sigue siendo un faro, demostrando que la resistencia es posible, que la participación ciudadana importa y que la lucha por la justicia nunca termina. La ciudad que resistió al fascismo en los años 30 se mantiene en pie hoy, ofreciendo lecciones de resiliencia y compromiso para el resto del mundo.
