México rechaza la decisión de Perú de romper relaciones diplomáticas por dar asilo a Betssy Chávez
La cancillería calificó de “excesiva y desproporcionada” la reacción del gobierno del país sudamericano por el asilo otorgado a la exprimera ministra Betssy Chávez. Esta postura mexicana subraya una escalada preocupante en las ya tensas relaciones bilaterales, marcando un punto crítico en la diplomacia regional.
Un asilo que enciende la chispa
La disputa gira en torno a Betssy Chávez, quien fuera presidenta del Consejo de Ministros de Perú bajo el mandato de Pedro Castillo. Chávez se encuentra actualmente investigada por la justicia peruana bajo cargos de rebelión y conspiración, vinculados al intento de autogolpe de estado de Castillo en diciembre de 2022. En medio de este proceso legal, Chávez solicitó asilo político a México, una solicitud que fue concedida por el gobierno mexicano basándose en su tradición de larga data de ofrecer refugio a perseguidos políticos.
Para Perú, la decisión de México de otorgar asilo a una persona bajo investigación judicial seria, y que consideran implicada en un acto contra la democracia, es inaceptable. Lo ven como una interferencia directa en su soberanía y en el funcionamiento de su sistema de justicia. De ahí la drástica medida de romper relaciones diplomáticas, una acción que va más allá del simple retiro de embajadores y que implica el cese completo de la comunicación oficial entre ambos estados.
La tradición del asilo frente a la soberanía
México ha defendido su postura argumentando que la concesión de asilo es un derecho soberano, fundamentado en el derecho internacional y en una arraigada tradición humanitaria. Desde la Revolución Mexicana, el país ha sido un refugio para exiliados de diversas latitudes, amparándose en convenciones internacionales como la de Caracas sobre Asilo Diplomático. Para la diplomacia mexicana, esta es una política de estado que busca proteger la vida y la integridad de las personas que, a su juicio, enfrentan persecución política.
Sin embargo, Perú interpreta el asilo a Chávez no como un acto humanitario, sino como un respaldo tácito a quienes intentaron desestabilizar su orden constitucional. La tensión se magnifica por el contexto político regional, donde México, a través de su presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha mantenido una postura crítica hacia el gobierno peruano que sucedió a Castillo, llegando incluso a cuestionar su legitimidad. Esta diferencia de visiones sobre la crisis política peruana ha sido un telón de fondo constante en el deterioro de las relaciones.
¿Qué significa la ruptura de relaciones para los ciudadanos?
Cuando dos países rompen relaciones diplomáticas, el impacto va más allá de los despachos presidenciales o las cancillerías. Para los ciudadanos comunes, esta decisión puede traer consecuencias tangibles:
- Servicios consulares: Los ciudadanos mexicanos en Perú y los peruanos en México perderán los servicios directos de sus respectivas embajadas y consulados. Esto dificulta trámites como renovar pasaportes, registrar nacimientos, o recibir asistencia en situaciones de emergencia. Generalmente, un tercer país (llamado «potencia protectora») asume estas funciones, pero el proceso es más lento y complejo.
- Comercio y economía: Aunque el comercio bilateral entre México y Perú no es de los más voluminosos para ambas naciones, la ruptura puede generar incertidumbre para las empresas que operan en ambos mercados. Esto podría afectar inversiones, exportaciones e importaciones, y con ello, potencialmente, empleos en sectores relacionados.
- Intercambio cultural y educativo: Programas de becas, intercambios académicos y culturales, así como el turismo, pueden verse afectados. La comunicación y el entendimiento entre sociedades disminuyen cuando los canales institucionales se cierran.
- Mensaje de inestabilidad: A nivel regional, la ruptura envía una señal de inestabilidad y falta de diálogo, lo que puede tener repercusiones en foros multilaterales y en la cooperación para abordar problemas comunes como la seguridad o la migración.
Un llamado a la prudencia y el diálogo
La decisión de Perú es, en sí misma, una declaración contundente y un reflejo de la profundidad de su descontento. México, al calificarla de «excesiva y desproporcionada», busca no solo defender su derecho a otorgar asilo, sino también invitar a una reflexión sobre las consecuencias de un distanciamiento diplomático tan severo.
En momentos de alta tensión, la historia nos enseña que el diálogo, incluso entre partes con profundas diferencias, es la herramienta más eficaz para evitar escaladas y buscar soluciones. La ruptura de relaciones corta precisamente esos puentes de comunicación, dejando un vacío que es difícil de llenar. Para el bienestar de sus pueblos y la estabilidad regional, será crucial que, a través de terceros o de futuras iniciativas, se encuentre un camino para restablecer un mínimo de entendimiento y respeto mutuo.
