Familias enteras, estudiantes y trabajadores: los fallecidos por el brutal incendio en un Waldo’s de Hermosillo
El brutal incendio en una tienda Waldo’s de Hermosillo sigue llenando de tristeza la capital de Sonora. “Perdóname por no haber alcanzado a llegar a salvarte, no alcancé a salvarlas. Eras, eres y siempre serás el amor de mi vida”, ha escrito Rey Vásquez para despedir a su esposa, Lupita Fernández, y a la bebé que esperaban, en su cuenta de Facebook. Fernández estaba en la tienda con su hermano pequeño, Alejandro, y su madre, Guadalupe Castro. Los tres fallecieron también en la explosión. No es la única familia completa que perdió la vida el sábado en la tarde. Murieron Karla Cota y sus dos hijos, José de Jesús y Diego, de seis y nueve años; la enfermera Zelma Quintero con su hija Danna, de ocho, y su bebé Rafael, de poco más de un año, y también Edith Eloína Villa con su hija Corina. Las llamas y el humo acabaron con estudiantes, trabajadores y matrimonios. Hasta el momento, el Gobierno de Sonora ha reconocido 23 víctimas mortales y una docena de heridos, de los que dos siguen en estado grave. Mientras la Fiscalía responsabiliza de la tragedia a la quema de un transformador eléctrico, las familias de las víctimas piden justicia.
El eco de una herida profunda en el corazón de sonora
La conmoción que envuelve a Hermosillo tras la tragedia del 28 de octubre no es solo la de un siniestro, sino la de una profunda herida colectiva. Detrás de cada cifra de fallecidos hay historias de vida truncadas, sueños desvanecidos y vacíos irreparables. El dolor de Rey Vásquez, que no solo perdió a su compañera de vida sino también a la ilusión de una nueva existencia, resuena en cada rincón de la ciudad. “No alcancé a salvarlas”, esa frase cargada de impotencia, se ha convertido en el lamento de muchos que sienten que la tragedia pudo haberse evitado. La pérdida de familias enteras, como la de Karla Cota con sus pequeños José de Jesús y Diego, o la de Zelma Quintero junto a Danna y el pequeño Rafael, pinta un panorama desolador que exige más que condolencias; demanda respuestas claras y un compromiso inquebrantable con la justicia.
La implacable fatalidad que cobró vidas sin distinción
El fuego en la tienda Waldo’s, ubicada en el bulevar Solidaridad y Perimetral, no discriminó. Entre las 23 víctimas mortales se encuentran no solo familias que realizaban sus compras de fin de semana, sino también jóvenes estudiantes que buscaban un artículo, trabajadores que cumplían con su jornada y personas mayores que encontraban en el comercio un punto de encuentro o una necesidad. Este abanico de perfiles subraya la vulnerabilidad de la vida cotidiana frente a un evento catastrófico. La mayoría de los decesos, según los reportes forenses, fueron producto de la inhalación de humo tóxico, una fatalidad silenciosa y rápida que se apoderó del espacio antes de que las llamas consumieran la estructura. La velocidad con la que el fuego se propagó y la densidad del humo dejaron poco margen para la evacuación, atrapando a muchos en una situación sin salida.
El inicio del infierno: un transformador bajo escrutinio
La Fiscalía General de Justicia del Estado de Sonora (FGJE) ha centrado su investigación en la falla de un transformador eléctrico como el origen de la explosión y el posterior incendio. Este artefacto, cuya función es esencial para el suministro de energía, se ha convertido en el eje de las pesquisas. La pregunta central es: ¿por qué falló? Y más importante aún, ¿había protocolos de mantenimiento y seguridad adecuados? La quema de un transformador no es un hecho aislado, pero su desenlace en una tragedia de esta magnitud en un establecimiento comercial altamente concurrido genera serias dudas sobre la infraestructura eléctrica y las medidas de prevención de riesgos. Expertos en seguridad industrial y eléctrica señalan que una explosión de estas características debería activar sistemas de contención y aislamiento para evitar una propagación tan devastadora, especialmente en un lugar donde la mercancía es altamente inflamable.
Un llamado urgente a la justicia y la revisión de protocolos
Las familias de las víctimas, en medio de su duelo, han alzado la voz pidiendo justicia. Este clamor no solo busca señalar a los responsables de esta tragedia particular, sino también sentar un precedente para garantizar que eventos similares no vuelvan a ocurrir. La demanda de justicia se traduce en una exigencia de transparencia en la investigación, en la determinación de responsabilidades y, si es el caso, en sanciones ejemplares para aquellos cuya negligencia pudo haber contribuido al desastre.
El Gobierno de Sonora, encabezado por el gobernador Alfonso Durazo Montaño, ha declarado tres días de luto y ha ofrecido apoyo a las familias en gastos funerarios, atención psicológica y médica a los heridos. Sin embargo, más allá de la asistencia inmediata, la sociedad espera una revisión exhaustiva de las normas de seguridad en establecimientos comerciales.
- Salidas de emergencia: ¿Eran suficientes y estaban despejadas?
- Materiales de construcción: ¿La tienda utilizaba materiales ignífugos o aquellos que aceleraron el fuego y el humo tóxico?
- Mantenimiento eléctrico: ¿Quién era el responsable del mantenimiento del transformador y se realizaban inspecciones periódicas?
Estas son algunas de las preguntas que la comunidad de Hermosillo se hace y que necesitan respuestas claras para restaurar la confianza y evitar futuras catástrofes.
El compromiso de la comunidad y la esperanza de un futuro más seguro
En medio de la devastación, la comunidad hermosillense ha mostrado una enorme fortaleza y sentido de solidaridad. Se han organizado colectas, cadenas de apoyo y grupos de ayuda psicológica para los afectados y sus familias. Esta respuesta ciudadana es un testimonio del espíritu humano frente a la adversidad.
No se trata solo de lamentar el pasado, sino de construir un futuro más seguro. Este trágico evento debe ser un punto de inflexión para endurecer las regulaciones de seguridad, mejorar los sistemas de inspección y fomentar una cultura de prevención de riesgos en todos los niveles, desde las empresas hasta las instituciones gubernamentales. La memoria de las 23 víctimas no debe ser solo un recuerdo doloroso, sino el motor que impulse un cambio real y duradero, asegurando que sus muertes no sean en vano. La promesa de justicia y la garantía de seguridad son ahora las deudas más importantes de Hermosillo con sus ciudadanos.
