Por qué la ejecución de Manzo hizo crisis
Para Claudia Sheinbaum Michoacán es especial. En su juventud, Cherán fue clave. En su campaña, ahí honró al tata Lázaro. Y en los ochenta el ejemplo del ingeniero Cárdenas impulsó su activismo. Ahora, el Estado de Ocampo es el epicentro de su primera gran crisis. Seguir leyendo
El pulso de la nación a menudo se mide en los rincones donde la política y la realidad social colisionan. Para Claudia Sheinbaum, esa colisión ha llegado a Michoacán, un estado profundamente arraigado en su historia y en su visión política. La reciente y brutal ejecución de un hombre conocido como Manzo no es solo una tragedia más en una región asediada por la violencia, sino un sismo político que sacude los cimientos de su proyecto de nación y la obliga a confrontar, de manera directa, los desafíos más espinosos de la seguridad en México.
El eco del pasado en la crisis presente
Michoacán no es un estado cualquiera para la ex jefa de gobierno. Es tierra de referentes, de lucha social y de un legado cardenista que ha marcado su trayectoria. Crecer bajo la sombra del ingeniero Cárdenas en ese estado, para luego volver en campaña a honrar la memoria del tata Lázaro, no es solo un gesto político, es una declaración de principios. Implica una conexión profunda, una promesa implícita de que las cosas pueden ser diferentes, que la justicia y el bienestar son posibles incluso en los territorios más complejos. Por eso, cuando un hecho tan atroz como la ejecución de Manzo sacude esta tierra, la crisis adquiere una dimensión personal y política ineludible para Sheinbaum.
La historia de Michoacán es una de resiliencia, pero también de fracturas profundas. Décadas de abandono, la infiltración del crimen organizado en la vida cotidiana y la emergencia de grupos de autodefensa han creado un tejido social delicado. En este contexto, la violencia no es solo un dato estadístico, es el aire que se respira en muchas comunidades. Manzo, sea quien fuere en vida, se ha convertido, lamentablemente, en el símbolo de esta persistente vulnerabilidad. Su ejecución, presuntamente llevada a cabo con un nivel de saña que desafía cualquier norma social o legal, no es un incidente aislado; es la manifestación cruda de que las estructuras delictivas siguen operando con impunidad, erosionando la confianza en las instituciones y sembrando el miedo entre la población.
Un desafío a la narrativa de transformación
La crisis que desata la ejecución de Manzo no radica únicamente en la gravedad del hecho en sí, sino en el momento político en que ocurre y en la figura a la que afecta. Sheinbaum, como figura central en el panorama político nacional, encarna una promesa de continuidad y al mismo tiempo de consolidación de una «transformación». Parte fundamental de esa promesa es la de construir un México más seguro y justo. Sin embargo, Michoacán, con su complejidad endémica, representa un recordatorio constante de los retos pendientes.
La ejecución de Manzo expone varias grietas en esta narrativa:
- La persistencia de la violencia: A pesar de los esfuerzos federales y estatales, el crimen organizado demuestra su capacidad para desafiar el orden establecido, incluso con actos que buscan intimidar a la población y a las autoridades.
- La percepción de impunidad: Cuando un crimen de esta magnitud ocurre y las respuestas parecen insuficientes, la ciudadanía percibe una debilidad estatal, un vacío de poder que los grupos criminales aprovechan.
- El impacto en la confianza pública: La seguridad es un pilar fundamental de cualquier gobierno. Si los ciudadanos sienten que sus vidas están en riesgo en sus propias comunidades, la confianza en las instituciones se resquebraja, afectando la legitimidad y el apoyo a cualquier proyecto político.
Más allá del titular: las implicaciones sociales
La crisis de Manzo va más allá de los cálculos políticos. Toca la fibra más sensible de la sociedad: el derecho a vivir sin miedo. En Michoacán, las familias se debaten entre la necesidad de trabajar y el temor de ser víctimas de la extorsión o la violencia. Los jóvenes ven limitadas sus oportunidades, y las comunidades enteras viven bajo la zozobra. La ejecución de Manzo es un recordatorio brutal de que la violencia no es un concepto abstracto, sino una realidad que desgarra vidas, familias y el tejido social.
La respuesta a esta crisis no puede ser meramente punitiva. Si bien la aplicación de la ley y el castigo a los responsables son fundamentales, la situación en Michoacán exige una estrategia integral. Esto incluye:
- Fortalecimiento institucional: Reconstruir la confianza en las corporaciones policiales y de justicia, combatiendo la corrupción y profesionalizando a sus elementos.
- Desarrollo social: Atender las causas estructurales de la violencia, ofreciendo oportunidades de educación, empleo y desarrollo comunitario, especialmente para los jóvenes.
- Participación ciudadana: Fomentar la organización comunitaria y la denuncia, creando canales seguros para que los ciudadanos sean parte de la solución.
- Coordinación efectiva: Garantizar que los tres niveles de gobierno –federal, estatal y municipal– trabajen de manera cohesionada y eficiente.
Un camino hacia adelante
La ejecución de Manzo no es solo un problema de Michoacán, es un termómetro de la seguridad nacional y un desafío directo a la visión de país que se busca construir. Para Claudia Sheinbaum, este episodio es un examen de fuego en un terreno que conoce bien, pero cuyas complejidades aún persisten. La oportunidad reside en transformar esta crisis en un catalizador para acciones decisivas y profundas. Reconocer la magnitud del reto, escuchar a las comunidades afectadas y comprometerse con soluciones integrales es el camino para reconstruir la paz y la confianza en Michoacán, y con ello, fortalecer la esperanza de una nación más justa y segura.
