Ya nadie quiere árboles de Navidad naturales
El auge de los árboles artificiales, los cambios en las familias y el escaso músculo publicitario han dejado a los productores estadounidenses en pie de guerra: hay menos hectáreas dedicadas al cultivo y menos compradores dispuestos a pagar por un abeto real.
Los hábitos y la composición de las familias modernas, junto con la llegada masiva de pinos de plástico procedentes del extranjero, han creado un nuevo reto para los productores de árboles de Navidad en Estados Unidos. Según la American Farm Bureau Federation, el valor de las importaciones de árboles artificiales se ha duplicado en la última década. Además, en Estados Unidos hay aproximadamente un 35% menos de hectáreas dedicadas a la producción de árboles de Navidad que hace 20 años.
Qué dicen los productores
“Todos estos árboles artificiales procedentes del extranjero han supuesto un duro golpe para nuestra industria”, dice Ben Stone, copropietario de BTN, una granja de pinos en Oregón. Su hermano Tyler añade: “Compra productos estadunidenses, apoya a Estados Unidos; ese es el mensaje que tenemos que transmitir, pero nuestro presupuesto es bajo”.
Ese presupuesto bajo es clave. La Junta de Árboles de Navidad Reales —organismo que intenta estimular la demanda de árboles vivos— dispone de menos de un millón de dólares al año para publicidad. Con recursos tan limitados resulta difícil competir con productos importados y con la comodidad que ofrecen los árboles artificiales.
Publicidad, experiencia y el empuje comercial
La publicidad puede cambiar hábitos: Home Depot invirtió cerca de 10 millones de dólares este año en un anuncio que muestra una granja de árboles de Carolina del Norte y que se emitió más de 1.000 veces en televisión nacional, según la empresa de análisis iSpot. Dan Stuppiello, ejecutivo de Home Depot, dice que la idea es transformar la compra en una experiencia festiva, algo que resulta más complicado con un árbol de plástico almacenado en el ático.
El problema es que no existe una campaña nacional y sostenida para vender árboles naturales con el músculo de la leche (“Got Milk?”) o la carne (“Beef: It’s what’s for dinner”). Muchos productos agrícolas cuentan con juntas que financian promoción colectiva; en el caso de los árboles reales, los recursos son limitados y la naturaleza del producto no facilita compras repetidas.
La decisión del árbol: tradición y ciclos vitales
Según estudios de la Junta de Árboles de Navidad Reales, hay tres momentos vitales en los que la gente suele optar por un árbol vivo: cuando se casa, tiene un hijo o compra una casa. La tendencia de casarse y tener hijos más tarde, junto con la dificultad para adquirir una vivienda, reduce la ventana de compra de un árbol real.
Además, la industria se enfrenta a un competidor con un argumento poderoso: los artificiales son “fáciles de montar, de bajo mantenimiento y rentables durante varias temporadas”, apunta Jami Warner, directora ejecutiva de la American Christmas Tree Association. Para muchos consumidores, la conveniencia pesa más que el simbolismo.
Real vs. artificial: un debate ambiental y práctico
| Aspecto | Árbol real | Árbol artificial |
|---|---|---|
| Origen | Renovable, cultivado en granjas; puede reciclarse en mulch | Principalmente PVC y metal; fabricado en el extranjero y transportado |
| Mantenimiento | Requiere riego y espacio; aroma y experiencia sensorial | Bajo mantenimiento; fácil almacenamiento |
| Impacto ambiental | Beneficios locales: captura de CO2 durante crecimiento, hábitat; reciclable | Emisiones por fabricación y transporte; necesita muchos años de uso para compensar huella |
| Durabilidad | Único uso anual, biodegradable | Reutilizable varias temporadas si se conserva bien |
La comparación no es lineal: estudios de ciclo de vida indican que un árbol artificial tiene sentido ambiental si se usa durante muchas temporadas, pero esa ventaja puede perderse si se desecha pronto. Al mismo tiempo, las granjas de árboles contribuyen a economías rurales y paisajes gestionados.
Consecuencias sociales y económicas
El cierre de lotes y granjas afecta a pequeñas comunidades. Un lote que llevaba 40 años funcionando cerró este año por la caída del negocio; historias como esa se repiten y afectan empleos temporales, turismo rural y tradiciones locales. Como recuerda Rikk Dunlap, empleado y escritor: los lotes tienen una carga emocional y comunitaria difícil de replicar en una caja.
Qué pueden hacer los consumidores
- Preguntar por el origen: elegir árboles cultivados localmente apoya a agricultores y reduce transporte.
- Valorar la experiencia: comprar en un lote o en una granja incentiva el turismo rural y mantiene puestos de trabajo.
- Si optan por artificial, conservarlo y reutilizarlo muchos años para reducir su impacto ambiental.
- Reciclar: muchos municipios aceptan árboles naturales para convertirlos en mulch o compost.
Qué deberían considerar las políticas públicas y el sector
El sector pide visibilidad y herramientas. Con presupuestos modestos, las campañas de promoción colectiva tienen alcance limitado. Algunas ideas que podrían explorarse:
- Programas de etiquetado que identifiquen origen y huella ambiental de cada árbol.
- Iniciativas públicas para promover la compra local en temporadas clave.
- Apoyo a la diversificación: turismo en granjas, venta de productos derivados (mulch, árboles en maceta) y actividades familiares.
- Formas de cooperación entre productores para potenciar campañas conjuntas y compartir costes.
Balance y cierre
No hay una respuesta única: el auge de los árboles artificiales mezcla conveniencia, precio y cambios demográficos. Pero detrás de esa preferencia hay vidas y economías afectadas. “Compra productos estadunidenses, apoya a Estados Unidos”, decía Tyler Stone; es un llamado sencillo que choca con la realidad del mercado y con el poder de la producción global.
Si quiere mantener viva la tradición del árbol real en su comunidad, hay opciones prácticas: preguntar por el origen, apoyar lotes locales y reciclar el árbol después de las fiestas. Las comunidades, los productores y las instituciones tendrán que diseñar juntos estrategias que no solo vendan un producto, sino que cuiden un patrimonio cultural y una economía rural.
