Un crimen que sacude Uruapan: hilos del CJNG, un ataque brutal y la sombra de la inacción
La tragedia golpeó Uruapan en plena celebración del Día de Muertos, dejando un vacío doloroso y muchas preguntas en el corazón de Michoacán. El asesinato de Carlos Manzo, alcalde de la ciudad, no es un hecho aislado; es un espejo que refleja la compleja realidad de una región asediada por el crimen organizado. Las pistas, crudas y contundentes, apuntan al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), a la brutalidad de un pistolero dispuesto a todo y a una preocupante percepción de las autoridades estatales.
La sombra del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) planea sobre el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, en Michoacán, atacado a balazos este sábado en el municipio, en plena celebración por el Día de Muertos. El atentado, según fuentes al tanto de la investigación, había sido ordenado por el grupo, golpeado en agosto por el alcalde, cuando la policía local atrapó en un operativo a su líder, René Belmonte, alias Rino. Según una fuente cercana a Manzo que ha consultado EL PAÍS, conocedora además de la política regional, Rino era subordinado de los hermanos Álvarez Ayala, Ramón y Rafael, alias R-1 y R-2, parte de los escalafones más altos del CJNG, emparentados además con los gobiernos pasados del PRD en el Estado.
La venganza del cartel: un golpe directo al corazón de la autoridad
El asesinato de Manzo no solo es un acto de violencia; es un mensaje. La captura de Rino en agosto fue un triunfo para la administración local y un duro golpe para la estructura del CJNG en la región. Uruapan, un punto estratégico por su producción de aguacate y su ubicación geográfica, es una pieza clave en el tablero del crimen organizado. Por ello, la venganza era casi una sentencia escrita. La conexión de Rino con los hermanos Álvarez Ayala, figuras de alto rango dentro del cartel, y sus presuntos lazos con gobiernos anteriores, revelan la profunda infiltración de estas redes en la vida política del estado. Esto no solo genera temor, sino que erosiona la confianza en las instituciones y la creencia en que se puede combatir eficazmente al crimen.
El ataque se ejecutó con una frialdad calculada. Según los detalles que emergen de la investigación, el pistolero, que fue abatido por los escoltas del alcalde, actuó con una determinación brutal. Aunque el titular hable de un «pistolero suicida», lo que parece indicar es una persona dispuesta a sacrificar su vida en la misión, un sicario con una entrega total a la causa del cartel. Esta metodología busca enviar un mensaje de terror y omnipotencia, dejando claro que nadie está a salvo y que desafiar al cartel tiene un costo máximo.
La percepción de un gobernador “distraído”: el reto de la seguridad en Michoacán
En este panorama sombrío, la mención de un gobernador “distraído” resuena con fuerza. Si bien el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla ha expresado su condena y ha prometido justicia, la percepción de algunos sectores y analistas es que la estrategia de seguridad en el estado no ha logrado contener la escalada de violencia. La sociedad michoacana vive una zozobra constante, con municipios enteros bajo la influencia de grupos criminales, y el asesinato de un alcalde en funciones exacerba esa sensación de vulnerabilidad.
La crítica no es un señalamiento personal, sino una preocupación por la efectividad de las políticas públicas. La seguridad no es solo la presencia de fuerzas armadas, sino una estrategia integral que abarque inteligencia, prevención social, fortalecimiento de instituciones y, crucialmente, una coordinación efectiva entre todos los niveles de gobierno. Cuando un líder local es asesinado, se rompe un eslabón vital en la cadena de gobierno y se siembra el miedo en quienes aspiran a servir a sus comunidades. El gobernador, como cabeza del ejecutivo estatal, tiene la responsabilidad de responder a esta percepción y demostrar con acciones contundentes que el estado tiene la capacidad y la voluntad de recuperar la paz.
Uruapan y Michoacán: un llamado a la unidad y la justicia
La muerte de Carlos Manzo es un duro golpe para Uruapan y para la democracia. El crimen busca paralizar, sembrar desesperanza y disuadir a quienes, como Manzo, se atreven a enfrentar al poder de los grupos criminales. Sin embargo, la historia nos enseña que la resiliencia de la sociedad es un motor imparable.
Es un momento para que las autoridades federales y estatales redoblen esfuerzos, actúen con inteligencia y determinación, y ofrezcan resultados concretos que devuelvan la confianza a la ciudadanía. Pero también es un llamado a la participación ciudadana, al pensamiento crítico y al sentido de comunidad. La justicia para Carlos Manzo y la paz para Uruapan y Michoacán no se construirán solo desde arriba, sino con la suma de voluntades que, desde cada trinchera, exijan un futuro libre de violencia. Solo así, enfrentando los retos con optimismo realista y compromiso, podremos avanzar hacia un México más justo y seguro.
